martes, 19 de mayo de 2009

PEQUEÑOS DETALLES


No he escuchado el despertador, por lo que me he levantado de un salto y con el corazón en la oreja. A la vez que intentaba dar un masaje a mi miocardio, elegía mi indumentaria recordando la frasecita martillo de mi madre “hija, tienes que ser mas organizada”, a la que yo siempre respondía “mama, mi organización es ésta”, es esta puta mierda que me hace llegar tarde siempre y con esta facha, ya que mi elección ha sido a tientas y a una velocidad incompatible con el buen gusto. Con este resultado, bajo las escaleras camino de la cocina con la intención de desayunar antes de salir a la calle -algo vital para mí- llevo años convenciéndome a mi misma de que; si no como antes de cruzar la puerta de la calle “no soy persona” (creo que esta argumentación se la copie a alguien), por lo que llevo años sin ser persona cuando salgo de casa, quizás me parezco mas de lo que creo a mi perro “marrón” (mal nombre, pero estaba falta de imaginación y que le voy hacer si tiene este color). Bien, pues por este orden, ya estaba en la cocina, y efectivamente como casi todos los días “no hice café ayer“, entonces me cago en todo lo que no tenga que ver conmigo, proyectándo mi cabreo en mi pareja, que es el que me pilla mas a mano, y en mi perro, que ahora me está dificultado el paso al cuarto de baño. Después de saltar al pobre canino con ninguna habilidad y llevándose la consiguiente patada, aplaco del todo sus ganas de recibirme de buena mañana meneando el rabo, y noto una mirada de “arrieritos somos y si pudiera te iba yo a menear otra cosa”. Entro en el baño, por fin, y me doy de bruces con mi imagen en el espejo, intentando no concentrarme en ella, y para ello suelo fruncir el ceño y semicerrar los ojos, adivino que bajo mi responsabilidad cargo con varios colores de tolerancia cero entre ellos. No me da tiempo a mas, me lavo la cara, me echo crema como si untara mantequilla en un molde de bizcocho, colonia de baño y ale. Salgo a la calle, y me pongo a correr hacía la boca del metro, que me la imagino como un agujero negro que me engulle, meneándome y poniéndome del revés, dándome pellizcos, tirándome del pelo, babeándome, gritándome en el oído y todas esas pequeñas putaditas que os podáis imaginar, a la vez. ¡Coño!, ¡al metro hay que ir prepara!, no se puede ir de cualquier manera, y menos al borde de un ataque de ansiedad. Bajo las escaleras de dos en dos, y casi del tirón, porque tropiezo y de poco caigo de bruces, me llevo mi pequeña torcedura de tobillo, y ya van diez. Llego al torno, saco el billete de diez, lo meto y sale el puto billetito por un lado que no es su salida habitual, me armo de paciencia y lo vuelvo a meter, ¡coño! ¡ya no me quedan viajes!, ¡ostia puta!, ahora me las tengo que ver con la máquina. Saco el “bonoabismo” después de esperar su evidente cola. Llego al anden, en el que me esperan centenares de compañer@s de viaje, amig@s de línea, tod@s con cara de “mecagoenestaputalíneaquetodoslosputosdíaslepasaalgoalajodía”. Entramos a empujones en el vagón, y yo me agarro al bolso de una señora que tiene unas agarraderas estupendas, todo, por no agarrarme a su culo, me sobra una mano que saco de entre la multitud para plantarla en la puerta del vagón. En el metro hay muchas normas, unas explicitas y publicitadas y otras implícitas, una de ellas es; que cuando la cosa se pone así, el espacio vital no existe, entonces te puedes tocar, incluso sobar y restregar con todas las partes de tu cuerpo, pero las manos a la vista, con las manos, ni se te ocurra. En cada estación paramos, y estamos un tiempito largo para que seamos conscientes de nuestra humanidad y capacidad para resistir debajo de tierra apenas sin respirar. Llego a mi parada y consigo salir a codazos, otra norma; con los codos si se puede tocar, por lo menos yo se lo veo hacer a muchas personas, sobre todo a mujeres de cierta edad . Salgo del vagón, y me dirijo a la salida en procesión con otro centenar de compañer@s amig@s de estación, tardo mas de cinco minutos en salir, pero paso de subirme las escaleras a pulso. Por fin en la calle, intento ponerme los cascos para escuchar un temita que me relaje un poco de ese funesto comienzo de día, y por lo visto no lo tengo. Entro en el trabajo, por fin, me dirijo a la cafetería donde espero encontrarme a Julia, mi compañera, y allí está, tomándose un café y fumándose un cigarrito en la “narcosala”, cuando me ve aparecer, veo que se emociona, eso hace que me emocione yo y que aparezcan en mi retina imágenes olvidadas hasta ese momento del día anterior, nos abrazamos en un mar de lágrimas. Cuando consigo hilar alguna palabra, me sale un aullido muy similar a los que hace mi perro marrón y en el que se puede descifrar algo así como:
!!!JODER JULIA!!! LO HABÍA OLVIDADO, ¡¡¡¡MIERDA DE CRISIS!!!

6 comentarios:

  1. Una divertida forma de contar la historia, me gusta el ritmo, la frescura y la sinceridad. Enhorabuena...esperamos otras entregas..jeje

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  2. Divertido, con un ritmo trepidante que engancha desde la primera línea.
    Con la sonrisa colocada me voy de tu casa, que espero que esté en más calma que la de tu protagonista.
    Bicos.

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  3. Trepidante, con gran dominio del ritmo en la narración, parece que me repita con otros comentarios pero es que es verdad, lo devoras en un tris con ganas de más.

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  4. Vaya relato jajjajaj super frenético todo.
    Imagino que eres igual, seguro. jajjajajaa
    Besos

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  5. muchas gracias por leerme, y visitarme y comentarme. Este relato está escrito sin ninguna otra intención que esa divertir y a la vez reflejar cierto estado de ánimo que creo que nos invade constantemente en las grandes ciudades.
    Aretusa, jeje si soy así de frenética....si, hay muchas semejanzas con la personaja del relato, muchas.
    besos

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  6. A veces solemos escribir más de nosotras mismas de lo que quisieramos, aún no se hacer cosas de ficcción ... o muy poco...quizás es que aún no sé tomar distancias o simplemente que soy eso, y nada más .... aprendiz de todo incluso en la vida... es divertido ver la vida frenética que llevamos visto por los detalles de otro. tengo que decirte que me encantan las fotos, esas calles estrechas tan limpias y blancas con los pequeños detalles de la bici y la maceta...retazos de vida que dicen tanto sin decir, ellos saben...
    Seguiré leyendo entradas antiguas, hay mucho y bueno por aquí...besos

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